¿Qué sé sobre el desistimiento en Chile? Reflexiones sobre viajes criminológicos

¿Qué sé sobre el desistimiento en Chile? Reflexiones sobre viajes criminológicos

Línea de investigación: Sistema de Justicia

¿Qué sé sobre el desistimiento en Chile? Reflexiones sobre viajes criminológicos

Entre el 20 y el 27 abril de este año, visité Chile por invitación del Centro de Estudios Justicia y Sociedad de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC) en Santiago. Se me pidió hablar sobre ¿Cómo podemos entender mejor el proceso de desistimiento del delito? y ¿Cómo pueden los sistemas de justicia penal brindar apoyo a este proceso? Estos son temas sobre los que he escrito mucho en los últimos 20 años. Mis presentaciones, las que tuvieron lugar tanto en Santiago (en la PUC) como en Valdivia (en la Universidad Austral de Chile) me permitieron llegar a una audiencia bastante diversa. Tuve la oportunidad de hablar ante estudiantes e investigadores chilenos con intereses en criminología y reinserción, pero, además, en los eventos más grandes, también pude llegar a profesionales que trabajaban en el área de reinserción y autoridades públicas.

 

Hasta ahora, todo parece sencillo. Sin embargo, tanto la invitación como el trabajo plantean una serie de preguntas complejas (y a veces inquietantes). En este breve artículo, quiero plantear y reflexionar brevemente sobre cuatro de esas preguntas.

 

  1. ¿Por qué yo, por qué ahora y para qué?

 

Claramente, la invitación tuvo algo que ver con la temática de mis investigaciones y publicaciones, pero también estuvo, fundamentalmente, mediada por relaciones personales. En los últimos 5 años, más o menos, he trabajado estrechamente con Javier Velásquez Valenzuela en su proyecto de doctorado. Aunque Javier es chileno, realizó su doctorado en el Scottish Center for Crime and Justice Research en Glasgow y su proyecto se centró en desarrollar una comprensión de la cultura y la práctica de sentencing (prácticas de determinación de la pena) en los tribunales escoceses del Sheriff (equivalentes a los Juzgados de Garantía Chilenos). En ese proceso, él me educó, tanto sobre Chile como sobre las prácticas de sentencing en Escocia, a través de sus observaciones y análisis que surgían desde su posición única como académico intercultural. También ha traducido algunos de mis trabajos al español, lo que sin duda ha tenido un impacto en hacerlos accesibles a los lectores chilenos.

 

Javier también me presentó a Pablo Carvacho del Centro de Estudios Justicia y Sociedad de la Pontificia Universidad Católica. Antes de mi viaje, Pablo visitó Escocia buscando comprender el desarrollo y el impacto de la investigación sobre el desistimiento (para bien y para mal) aquí. También volví a encontrarme con Catalina Droppelmann, quien dirige el Centro, a quien tuve la oportunidad de conocer previamente a propósito de su trabajo doctoral en Cambridge que exploró el desistimiento en Chile.

 

A través de conversaciones con estos posibles anfitriones, llegué a entender que había una relación entre la investigación criminológica (particularmente, pero no exclusivamente en desistimiento) y la política y la práctica que se ha estado desarrollando a buen ritmo en Chile. Sin embargo, también comprendí que existe una tendencia a la importación de ‘herramientas y técnicas’ de justicia penal de Estados Unidos sin realizar un análisis crítico o al menos adecuado sobre cómo adaptarlo al contexto chileno. En ese contexto, también supuse que la investigación chilena podría no estar obteniendo el impacto que merecía, tal vez debido a una historia, costumbre y práctica de mirar más allá de Chile en busca de nuevas ideas y enfoques, más que invertir en el desarrollo y financiamiento de investigación a nivel «local».

 

En este contexto, asumí un rol paradójico. Por un lado, tuve que cumplir el rol altamente problemático de ‘extranjero ‘ y / o ‘ experto internacional ‘, pero al mismo tiempo, traté de subvertir la lógica que busca dicha experiencia al brindar apoyo y reconocimiento explicita e implícitamente al desarrollo de la criminología chilena.

 

  1. ¿Qué sé (y no sé)?

 

De cierto modo, la segunda parte de esa paradoja: reconocer y brindar mi apoyo a la criminología chilena, fue más fácil que la primera, especialmente cuando me enfrenté a la realidad de lo poco que sé sobre el desistimiento en Chile. Por un lado, había leído algunos de los trabajos de Carolina Villagra y Catalina de Droppelmann, por otro, aprendí otro tanto sobre Chile y la justicia penal chilena a través de conversaciones con Javier y Pablo. Pero sentí que yo – tanto entonces como ahora –no estaba en condiciones de educar a una audiencia chilena sobre cómo mejorar su comprensión sobre las particularidades del proceso de desistimiento en Chile, ni como poder mejorar el apoyo a dicho proceso dentro de su sistema penal.

 

Poco después de regresar, leí un artículo muy reciente de Kerry Carrington, Bill Dixon, David Fonseca, David Rodriguez Goyes, Jianhong Liu y Diego Zysman (2019) donde ofrecen reflexiones críticas sobre «Criminologías del Sur Global». De hecho, los debates sobre el desarrollo de ‘Criminologías del Sur’ fueron algo que habíamos discutido en el Centro de Estudios Justicia y Sociedad. En común con los debates más generales sobre la descolonización de las ciencias sociales, Carrington, et al. (2019) se propusieron «redefinir los límites geográficos y conceptuales de la criminología crítica» y «meridionalizar la criminología crítica: extender su mirada y horizontes más allá del mundo del Atlántico Norte» (p163).

 

Antes de ir a Chile, yo era muy consciente de que casi todo lo que sé sobre el desistimiento y su apoyo está firmemente arraigado en la ‘Criminologías del Norte’. De hecho, mi comprensión es aún más estrecha dado que se apoya en gran medida en las investigaciones de las jurisdicciones anglófonas (aunque las colaboraciones con investigadores europeos han hecho mucho para sensibilizarme sobre mi anglicismo). Como Carrington, et al. (2019) argumentan, no es que este conocimiento no pueda o no deba viajar, sino que no debe viajar descuidadamente, pisoteando el conocimiento generado en y para los lugares que éste (simplemente) de visita.

 

  1. ¿Qué bien o mal puedo hacer?

 

Para evitar causar cualquier tipo de daño, me pareció que yo tenía el deber de ingresar a un «campo extranjero» con respeto y, lo que es más importante, buscar el diálogo entre las distintas formas de conocimiento, sin hacer suposiciones sobre si mi propia comprensión parcial de desistimiento encajaba o no, ni sobre su relevancia o valor en este contexto.

 

En cierto sentido, el enfoque que he desarrollado para este tipo de conversaciones transnacionales e interculturales es similar al enfoque que he adoptado para las actividades de «intercambio de conocimiento» más cercanas a mi hogar, pero entre personas con diferentes formas de conocimiento integradas en sitios de entendimiento. Así, por ejemplo, como un ex profesional del área de la reinserción convertido en académico, siempre he tratado de mantener un respeto saludable por lo que los profesionales saben y hacen, y por cómo esas formas de conocimiento y praxis son diferentes (y de ninguna manera son inferiores) a formas académicas de conocimiento (ver Liebling, McNeill y Schmidt, 2017).

 

A ambos tipos de conversaciones, puedo aportar lo que sé, pero solo si tengo cuidado de ubicarlo y calificarlo, y solo si evito que se me dé una importancia excesiva por ser etiquetado como una «voz autorizada”. Dicho esto, reconozco la autoridad que a veces se le otorga a la distinción académica (la etiqueta de «Profesor») y también aquella que se sigue al ser presentado como «experto internacional». El reconocimiento de estas atribuciones problemáticas de autoridad, solo me obliga a ser más prudente acerca de lo que puedo afirmar que ««, y dónde y cuándo diferir a, y reconocer, que otros poseen una mejor comprensión o conocimiento del fenómeno a nivel «local».

 

Noté que en Chile (como también ocurre en Escocia), con frecuencia me presentaron no solo como un académico sino también como un ex profesional del área de la reinserción. Aunque la última vez practique el trabajo social de manera profesional fue en 1998, me llamó poderosamente la atención la importancia que muchas personas parecieran atribuirle a mi experiencia profesional pasada – y la forma en que parecía cambiar o afectar la disposición y la atención del público ante lo que yo decía. Uno de mis mejores recuerdos del viaje es el de un grupo entusiasta de estudiantes de trabajo social que, durante el coffee break en la conferencia en la UC, se me acercaron y me expresaron su sorpresa y satisfacción al ver como diversas autoridades y académicos escuchaban con atención lo que un trabajador social (o un académico de trabajo social) tenía que decir sobre su sistema de justicia penal.

 

Estas reflexiones, por supuesto, sugieren las maneras en que las diferentes formas de capital cultural y simbólico son valoradas, devaluadas y desplegadas en un campo determinado, y con qué fines, en términos de la capacidad de disputa dentro del sistema de justicia penal, tal como han articulado Goodman, Page y Phelps (2018). En tanto extranjero, con una comprensión limitada de las dinámicas del campo chileno, me reconfortó sentir, con plena confianza, de que mis anfitriones y yo tenemos proyectos intelectuales, académicos, y políticos que se encontraban y se encuentran plenamente alineados.

 

Pero, en realidad, necesito aprender mucho más antes de poder realmente responder la pregunta de qué bien o qué daño podría haber hecho mi ‘intervención’, si es que realmente tuvo algún impacto.

 

 

 

  1. ¿Qué sigue?

 

Eso me lleva a mi última pregunta.  

 

Creo que todo dialogo o conversación en este contexto debe traer aparejado un compromiso, y ciertamente siento un compromiso para desarrollar estas relaciones y estos intercambios académicos aún más. A pesar de, como académico, me ha tocado viajar mucho, siempre he lamentado mi monolingüismo y el monoculturalismo que me acompaña. Tanto por el efecto que Chile tuvo en mí, como por otras razones relacionadas con los proyectos en curso en casa, me siento en un punto de inflexión al respecto.

 

Todos los días desde mi regreso, he pasado un tiempo tratando de aprender un poco de español. Es un comienzo muy pequeño, pero parece un paso necesario si debo escapar (o por lo menos tratar de aprender una manera de mirar más allá) al anglo-centrismo de la Criminología del Norte que me confina. Un paso inevitable, si quiero comenzar un proceso de de-colonizarme. 

 

Fergus McNeill

30 de mayo de 2019